Es tenebrosa, es misteriosa;
es llena de furia y llena de luz.
Hay momentos como canto de pájaros --¿una memoria de su niñez? no puedo
de menos recordar la lírica descripción que hace Mónica Lavín de la biblioteca
del abuelo—; hay momentos de ternura. Así señalados en la partitura: con ternura. Drama, movimiento.
Inquietud. Yo que siempre busco una historia, siento
que esta desasosiego es su curiosidad inquieta, su mente en una búsqueda
inacabable. Hablo de la mente de
Sor Juana. Ella es la musa de Primero Sueño, la pieza de Pilar Jurado
y la primera pieza en este segundo disco de Monarca.
Durante
todo ese tiempo de aprender y preparar y memorizar esta obra de Jurado, desde
mediados del 2010 (¡caramba!), cada cuando pensaba en lo operística que es:
pensaba en personajes físicos y metafóricos, pensaba en lo que esto implicaba para
la música. Anotaba mi partitura en términos de la organización de una ópera:
Obertura, Acto I, Acto II, etc. En
algún momento en mayo del 2013, garabateé sobre mi partitura, “Será que esta
pieza entera es la Obertura a una ópera que todavía no se escribe?”
Yo
creo que sí. Yo creo que es por
eso que funciona tan perfectamente como la primera pieza de este segundo disco
de Monarca.
Sí que es una Obertura: de alguna manera –y sin la menor intención de hacer
esto- prefigura casi todas las demás obras en el álbum.
Le
sigue Lágrimas y Locuras: Mapping the
Mind of a Madwoman de Wallach.
La pieza corre y tambalea, despotricando y tropezando a la mera orilla
del desastre. Me di cuenta que
tengo que estar dispuesta a hacer eso cuando la toco, tambalear a orillas del
precipicio: de nada sirve tocar con cuidado aquí, cuando lo hago vamos de
inmediato a Dormilandia.
La
compositora hace mucho hincapié en que de ninguna manera se propone contar la
historia de La llorona, más bien busca retratar el paisaje
emocional de esta mujer “en guerra con su
propio pasado” quien divaga interminablemente al borde de todos los ríos de
México, buscando sus hijos perdidos y ahogados.
Poca
luz aquí, pese a la brilliantez pianística de la pieza, pese al bello y
conocido tema. La memoria de
una felicidad, o de su ilusión.
Furia, de veras; y la soledad con que va tomada de la mano.
Esa
furia encuentra su eco en ciertos momentos de la pieza de McNeff An Evening with doña Eduviges: a Fantasy /
Una velada con doña Eduviges: una fantasía. Esta mujer es mil veces más
compleja que Susana San Juan, a quien McNeff retrató para Rumor de Páramo en su
hermosa Pavana (a la usanza antigua) para
doña Susanita. Es capaz de
rabia –y de hecho hay momentos de una loca brutalidad, furia aquí también, casi
fuera de control. Al mismo tiempo,
me supongo que como cualquier ser humano, añora la calidez del sol, el cariño,
la belleza. Está perfectamente
dispuesta a aceptar imitaciones: esa hermosísima melodía en que Stephen pone la
indicación “cheaply” (baratamente) …
oh Cervantes, ahora sí tienes que ser una intérprete de a de veras … Así que
decidí que la primera vez lo tocaría casi a
la Liberace, muy amanerado y exagerado, como perfume barato. Pero la segunda vez, cuando vuelve casi
al final -- ahora es cuando vislumbramos –sólo un par de momentos- su verdadero
corazón, ahora sin pretensiones, completamente abierto. Un par de momentos que te hacen llorar
por todo que se ha echado a perder y por todo que se ha denegado, por todas las
personas en todo el mundo.
Y
entonces SÍ: el limpia-paladar. La pieza de Georgina Derbez cuya musa es, confieso
con la debida modestia pero con gran honor, vuestra servilleta Ana
Cervantes. Directa y urgente como
una flecha, nos llama al cielo. Barre
la rabia, barre las memorias de brutalidad y del silencio, de pérdidas y
mentiras.
Lavista
… ¿qué digo? Mujer pintando en un cuarto azul reluce, torna lentamente en la luz
y –como toda la música de Lavista—
ineludiblemente atrae el oído y la imaginación adentro de su mundo.
Siento
que esta pieza es mucho más compleja, en términos de affekt, que Páramos de Rulfo ,
la obra que compuso para Rumor de Páramo. Su musa es Joy Laville, la pintora
británica que lleva décadas de vivir en México y quien es la viuda del gran
escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia.
Mujer pintando … , para mí, tiene una suerte de opulencia bizantina. Digo bizantina no
en el sentido de complejidad innecesaria sino en el sentido de una riqueza
tomada de varios mundos: occidente y oriente, por ejemplo. Tiene momentos en
que, a mi oído, se torna francamente voluptuosa, y hay momentos en que tiene
toda la determinación y el atrevimiento de una de esas intrépidas inglesas
decimonónicas que, disfrazadas de hombres y arriesgando la muerte, penetraron hasta
la sagrada ciudad de Meca.
Debo
mencionar –aunque sea brevemente- que esta pieza llegó a mis manos el 20 de
junio del 2013, cuando yo estaba a tres días del final de esa gira en mi estado
de Guanajuato. Llevo varios años
diciendo que el proceso creativo no es como ir a la tienda de la esquina por un
litro de leche. Esta vez mi
convicción fue probada hasta el límite. Tenía muy poco tiempo y menos energía
creativa y mental para adentrarme en el nuevo mundo que representa aprender
cualquier obra de Mario Lavista.
Lo
dejé abierto. Varias personas me
dijeron que tenía todo el derecho de no grabarla. El propio compositor lo dejó abierto. Pero ¡CARAMBA! Estamos hablando de Mario Lavista, uno
de nuestros grandes luminarias, quien me ha hecho el gran honor de componer no
sólo una sino DOS piezas para mis dos proyectos de encargo. ¿¡Cómo que no iba a encontrar la manera
de grabar esta pieza?!
Difícil
creer que hicimos tanto en poco más que una semana. Pero sí que lo
hicimos.
Varias
personas me dijeron, ¡Pero es tan poco
tiempo! Me supongo que sí …
pero pensándolo, creo que es importantísimo recordar tres cosas. Primero: yo llegué lista para grabar. Difícil precisarlo; pero tenía la muy
clara sensación que llegué lista para grabar no sólo música y técnicamente sino
también emocional y espiritualmente.
Ojalá y no suene muy a pirámides y cristales; pero así fue.
Segundo,
yo y mi ingeniero de audio Roberto de Eías –más 2º Ingeniero Kenji Calderón-
nos entendemos muy bien y tenemos lo que solamente puedo describir como una espléndida
relación de trabajo. Yo tengo una
confianza absoluta en sus oídos y en su habilidad técnica.
Tercero
y final, el tener un magnífico instrumento de concierto en que grabar – y
además un magnífico técnico de piano disponible para retocar la afinación y
entonar martinetes. Tanto en enero
como en julio me sentía completamente –¡extraordinariamente!—apoyada en lo que
se refiere al piano. ¡GRACIAS MAESTRO
ALEJANDRO CUBILLO, GRACIAS YAMAHA DE MÉXICO!
Quisiera mencionar de nuevo algo
que dije aquí en enero: este
trabajo de entonación de martinetes es algo para le cual nunca se encontrará un
sustituto mecánico, NUNCA. Es una
labor en conjunto entre pianista y técnico: un milagro de oído, tacto e intensa
concentración por parte de ambos.
El
lunes 8, como saben, llegó el fenomenal Yamaha C7. Martes, miércoles y jueves, grabamos, una por una, cada una
de las siete obras de este segundo disco, empezando con Wallach y terminando
con Ortiz.
Excepto
Lavista …
El
jueves, junto con mi maravilloso equipo de ingenieros, tomé dos decisiones:
Primero,
que el viernes y sábado Kenji y yo haríamos todas las ediciones para las piezas
que habíamos grabado hasta la fecha; y segundo, que el lunes 15 yo vendría al
estudio a ensayar la obra de Lavista.
Si tuviera energías después del trabajo el sábado, me quedaría a
estudiar un rato; si no, estudiaría fuera del piano el domingo. Quisiera enormemente que todos
tuviéramos el domingo para descansar oído, mente, alma y concentración.
Y
así fue. El sábado después de
comer terminamos todas las ediciones.
Y por supuesto y para
sorpresa de nadie, no me quedó ni un ápice de energía para estudiar. Habría sido un insulto a esa
pieza. Como de costumbre Kenji me
dio aventón a Metro Coyoacán; y el domingo todos descansábamos como yo deseaba. Preparé un lomo de puerco cocido en
jugo de naranja y vino blanco con ajo; y terminado al último momento con gajos
de mango apenas cocido. Ñam, ñam,
ñam: B*** y yo lo disfrutamos con papas de cambray y una ensalada y un Sauvignon Blanc argentino bien fino. Después del café pasé un rato viendo
Lavista. Todo mi ser quiso simplemente ver y pensar, escuchar dentro de mí,
contemplar gestos y sonidos y ritmos; hacer un mapa de arquitectura y affekt.
El
lunes fui al estudio y ensayé con el C7.
Hermoso, unas horas sin prisa ninguna, adentrándome en la pieza. Fui a
comer al Sushi Itto en MA de Quevedo y escribí en mi cuadernito,
¡Qué placer estudiar, de veras
estudiar, de la manera en que uno estudia a la hora de entrar en una nueva
pieza! Hoy es como haber
descansado días enteros en lugar de sólo ayer. Siento que estoy viendo y escuchando toneladas de cosas y me estoy enamorando
con esta pieza perdidamente.
Así
que el martes lo hicimos: grabamos Mujer
pintando en cuarto azul de Mario Lavista. No es lo que será en unos seis meses y no es perfecto (en
caso de que esto le valiera a alguien).
Mas creo que procuré comunicar –con la ayuda de ese fabuloso Yamaha C7—
su opulencia: el brillo de los agudos, el terciopelo de los graves; gran parte
de las cualidades sonoras y rítmicas y de los gestos que quisiera hacer
realidad. Y creo que hice un trabajo respetable de la arquitectura. ¡Muchos
espacios en esa pieza!
Y
volví a grabar Uribe. Fue como mi
postre después del largo y delicioso banquete de la grabación.
Aquellos
de ustedes que seguían este blog en enero recordarán cuán segura estuve acerca
del orden de las piezas … bueno, por esto a menudo necesitamos tomar un tiempecito
para escuchar y reflexionar, sentir y volver a escuchar y reflexionar más. Fue así que en algún momento a finales
de marzo, después de escuchar el pre-máster
varias veces a solas y con varias personas cuyo oído respeto mucho, decidí
que ese primer disco Monarca debe comenzar con El viaje nocturno de Quetzalpapálotl de
Horacio Uribe.
Estoy
escuchando el master del Disco 2 mientras escribo y me doy cuenta: después de
esa pieza de Derbez tan directa como una flecha, ya no hay más dolor escondido
y callado, ya no hay más furia.
¿Cómo es que todo eso queda atrás?
No sé, pero así es.
Ahora
lo único que queda es paciencia,
éxtasis, energía y regocijo.
Anne
LeBaron de EU elegió a Remedios Varo como musa y en particular, su cuadro Creación de las Aves, que es el título
de su obra Monarca. Para mí
esta pieza lo dice todo respecto a la tensión esencial entre el momento
rapsódico de imaginación e ideación; y la disciplina y paciencia necesarias
para hacer real a esa idea. En su nota sobre la pieza, LeBaron dice, “El origen de la vida se transforma así, metafóricamente en un milagro de sangre caliente, un sonido que emprende el vuelo.” [Traducción: Lirio Garduño-Buono]
Esta
pieza –al menos para mí- también tiene momentos de una voluptuosidad que te
hace mover la cadera; además de humor.
¡Estoy segurísima que hay dos compases que se refieren específicamente a
la creación del Pelicano!
Y
terminamos con el Preludio y Estudio No
3 Jesusa Palancares, de Gabriela Ortiz. El Preludio es la bruma al amanecer
en el Istmo de Tehuantepec, moteada con unos delicados destellos de luz; el
Estudio es la energía indomable de esta mujer. Sí que es, en momentos, coqueto o juguetón, hay momentos de
fragilidad y también sensualidad; pero más que nada la pieza es fogosa,
volcánica, triunfante.
Es
así que terminamos, después de tanta paciencia: con éxtasis y energía.
¡Triunfante!
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