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Pues así es como fue: el martes 21 a las 7:30h llego a la
clínica, recojo los resultados del análisis de sangre que me hicieron el día
anterior (todo completamente bien, por cierto) y voy a la recepción. Es la primera vez en mi vida que hago una
cosa así, de manera que mi actitud es mucho más de curiosidad que de miedo.
Al rato me llevan a un cuarto y poco a poco me van
preparando para la intervención: quito ropa y me pongo una bata de un alegre
color amarillo, llega una amable enfermera y … ¡me quita el esmalte de los
dedos de mis pies! Caramba, nadie me avisó de esta parte. ¿Porqué?
la pregunto, y en realidad la única respuesta es –con un gentil encoger de hombros--
que no está permitido. Después me dice
que tampoco podré llevar puestos mis aretes Monarca (regalo de una
muy querida amiga) al quirófano. AY NO, digo, ¡son mis amuletas!
Estos aretes me fueron regalados por una muy querida amiga
aquí en uno de los momentos más obscuros del proyecto Monarca. Son de Oaxaca (¡de donde proviene Jesusa
Palancares, la musa de la pieza Monarca de Gabriela Ortiz de México!):
de cobre con esmalte encima. Me los puse para la última sesión de grabar de
ambos discos de Monarca y los he llevados puestos en incontables conciertos en
que toqué esa música. Así que son para
mí de veras mágicos. Yo entiendo lo de
los aretes porque quién sabe qué microbios podrían traer al quirófano; pero ¿el
esmalte? Ni modo. Es en estos momentos que me doy cuenta de cuánto cuestiono,
siempre quiero saber el porqué o el razonamiento tras el reglamento. Qué pena somos
esas mujeres cuestiononas, ¿verdad?
La amable enfermera se esmera mucho en encontrar una buena
vena para el suero. Viene el cirujano un
par de veces. Hay un par de papeles que firmar.
Luego llega el anestesiólogo para describir un poco su parte de la
faena. De hecho, yo insistí que viniera porque quiero saber qué sucederá: otra
vez ese impulso cuestionón. Parece un
señor de muy pocas palabras –algo tímido quizás?— pero muy amable.
Y por fin ya es hora, me llevan al quirófano. Sorprendentemente pequeño espacio, muy
acogedor e íntimo, con luz cálida. Me cambian a la angosta cama en que se hará
la cirugía, el cirujano comenta algo de las nuevas luces, él y el anestesiólogo
me informan que han decidido usar anestesia local --en lugar de la epidural
originalmente contemplada— con un sedante. Me enchufan a los varios sueros y líquidos. Un
poco de plática; se dan cuenta de los aretes Monarca (que taimadamente nunca quité) y me piden
quitarlos pero dicen que pueden quedar dentro del quirófano, como tienen
entendido que para mí son mágicos (¡¡¡VIVA MÉXICO!!!). Me desenchufan la mano derecha para quitar
aretes –ambos pares, ¡qué bien que no puse el tercer juego!--; la asistente me
desbrocha la cadenita de mi cuello. Me
vuelven a enchufar.
Yo no sé qué sedante me dieron pero … justo cuando estoy
para preguntar cuando empezáramos … me doy cuenta de que estoy despertándome
del sueño más delicioso de mi vida, y me están diciendo que ya se acabó, que
todo muy bien, que hola señora, ya se va a su cuarto. Declaro a los dos médicos que son la neta del
planeta; me llevaron a mi cuarto.
Es ahora que por fin veo el famoso vendaje Robert Jones
¡¡puesto en mi propio pie!! Impresionante: es enorme.
El Famoso vendaje Robert Jones. Este médico fue un TIPAZO
(http://blog.uchceu.es/eponimos-cientificos/wp-content/uploads/sites/24/2011/10/eponimo_jones3.pdf
)
Una vez en mi cuarto vienen Ramiro Gutiérrez y Gabriela Fragoso, gran parte de mi equipo de
apoyo para este día de cirugía. Ramiro es uno de mis amistades más antiguos de
aquí, quien con los años me ha ayudado con un sinfín de cosas, este día con
transporte y logística; y Gabriela Fragoso, mi actual asistente de producción,
de mucha chispa y muy atenta. Al rato
pasan el cirujano y el anestesiólogo, el cirujano para reiterar de nuevo la
absoluta necesidad de reposo total durante las próximas cuatro semanas. Le confirmo que ya estaba mentalizada para
reposo total. Voy a dormir un poco más, digo; todos se van; y duermo de nuevo,
un delicioso par de horas.
Bien, no es la “selfie” más halagadora del mundo pero
¡caramba, yo tenía tanto sueño!
Vale, ahora recordé poner mis mágicos aretes Monarca.
Tobillo de Cervantes con Gabriela Fragoso
LA TEMIDA BAJADA … Y
LA NOCHE
Después de unas de esas estupideces administrativas que
nunca faltan, llegamos a casa. Desde que
todo esto se decidió el sábado me preocupaba mucho el asunto de cómo demonios
iba a llegar. Para llegar a esta casa
hay que caminar: subas o bajes, pero hay que caminar. Llegamos y Ramiro quisiera que yo me apoyara
en él para la bajada … pero no pude; ni siquiera lo pude visualizar. Decidido
que iba a bajar sencillamente de sentadilla, sobre las nalgas, escalón por
escalón; ¡entre más cerca de la tierra, más segura me sentía! Milagrosamente apareció David Chávez, el
genio de arquitecto quien diseñó esta casa. Después de revisar la situación y
platicar dos minutos, él y Ramiro decidieron que me llevarían haciendo una suerte
de silla con sus dos brazos, yo estabilizándome con un brazo sobre cada uno de
sus hombros. Es una técnica utilizada
por cuerpos de rescate cuando una persona no puede caminar, lo he visto. Ramiro me explicó después que en alguna vida
anterior él había tomado un curso de esos de bomberos y allí lo aprendió. El señor tiene una curiosidad y deseo de
aprender inagotables y por lo tanto es una mina de información: impresionante.
Sea como fuera, yo llegué como una reina … ¡con el corazón
en la boca pero como una reina!
Llegué a casa FAMÉLICA porque no había comido desde las
22:00h el día antes ... así que henos aquí el Tobillo y yo, ¡recalentando
picadillo colombiano y arroz integral!
Va, obviamente no estoy del todo lista para Zumba con Karla
Piñon de Blomquist en Estudio Kinesis ... ¡pero al menos estoy en casa!
Como es normal en estas situaciones –al menos para mí— en
realidad no entendí cuán fatigada estuve.
Había miles de detalles que resolver, o así me pareció. Muy rápido descifré cómo brincar con la ayuda
de la andadera y lo estaba haciendo por todas partes.
Me queda muy claro que la
medida de mi angustia en cuanto a mi movilidad fue mi nivel de actividad física
esa tarde y noche.
Llegó un momento, tipo 23h, en que me di cuenta que ya no
pude más, que si no me pusiera horizontal iba a caer. Fui a la cama y dormí
hasta las 10 de la mañana.
Y LUEGO …
El miércoles en la tarde voy al piano y empiezo a tocar
Beethoven y casi de inmediato me doy cuenta de que algo está muy mal. Mis manos duelen y no hacen lo que deben de
hacer. Me cae el veinte de que es la andadera. En efecto, te mueves con ese ingenioso
dispositivo y algo así como el 90% del peso de tu cuerpo está cayendo sobre tus
muñecas y tus manos, cada que brinques. Es un estrés repetido pero brutal. Por
eso hago lagartijas contra la pared y no sobre el piso, por eso hago planchas
de codo en lugar de con el brazo extendido … ¿y ahora estoy jodiendo mis manos
de la misma manera para salvar mi pie? No, no y no.
Esa noche apenas pude manejar tenedor y cuchillo para cenar
mi ensalada; escribir me dolía y salió todo chueco. Me di cuenta de que urgía encontrar una silla
de ruedas. Y es que se me pasó por
completo el estrés sobre mis manos que implica la andadera. AJ vino y me contó
de unas patinetas que personas en mi situación pueden usar. Lo buscamos en Internet. Los hay, en EU: se
llaman scooters (pronúnciese scúters). Cuestan entre 250 y 350 dólares. No hay tiempo para batallar con Aduana y todo
el rollo: yo estoy en una situación emergente, moverme con esa andadera ha
vuelto una tortura incluso para tan solo cinco pasos.
La mañana del jueves entro de nuevo en Internet para indagar
la solución. Resulta que el maravilloso
dispositivo made in USA no está disponible en México. Sí que hay “escúteres” –con todo y el nombre debidamente
hispanizado—y los precios empiezan en 22 MIL pesos mexicanos. NOP.
De vuelta a Plan “A”: silla de ruedas. Los hay, en León, yo tengo el poco de extra
para pagarla, el bendito de Ramiro se lanza a comprarla. Tipo 19h lo tengo y de inmediato empiezo a
ensayar como conducirlo. Una muy querida
amiga me había preparado comida deliciosa y nutritiva –un par de guisados y
arroz— Gaby fue por ella y mientras
Ramiro va a León como un poco. Mis manos empiezan a dolerse menos.
El viernes mientras escribo esto siento que por fin hemos
agarrado un ritmo que funciona. Feliz, feliz, FELIZ.
¡¡Me divierto como enanaaaaaa, haciendo sólo los brazos aquí
en mi silla!!
http://www.popsugar.com/fitness/10-Minute-Dance-Workout-Tone-Legs-34985157?utm_source=fitness_newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=fitness_newsletter_v5_04242015&em_recid=148529050&utm_content=placement_6_desc
Resumo, ahora el sábado: desde la tarde del martes, todo
esto ha sido un aprendizaje tipo inmersión de ingenuidad, de equilibrio, de manejo
corporal tanto físico como mental, sobre todo de paciencia. El acto de entrar en la regadera para bañarme
-- antes algo simple y rápido—ahora es toda una coreografía que requiere de cuidadosa
consideración de pasos, distribución de peso, ritmo.
¡Qué dicha que puedo vivir en la planta media de esta
maravillosa casa, sin ni un solo desnivel y donde se encuentra todo lo
necesario: piano, cama, cocina, jardín de hierbas de olor. Me siento dichosísima de saber lo poco que sé
de danza y de acondicionamiento físico porque esto me ayuda mucho con el
equilibrio y con el aislamiento de ciertos músculos, algo así como al piano, la
verdad.
Cervantes, el
piano, el Tobillo y la silla:
English:
So this is how
it happened … Tuesday 21 at 7:30am I
arrive at the clinic --like a small hospital—where the surgeon will do the
operation, pick up the results of the blood work they’d done the day before
(everything completely fine, by the way) and go to check in. This is really the first time in my life I’ve
done anything like this, so my frame of mind is more curiosity than
apprehension.
In a few
minutes they take me to my room and little by little they start the
pre-op. I undress and put on the happy
yellow robe they give me, a very pleasant nurse arrives and … takes off the
polish on my toes!! Jiminy, nobody told me about this part. Why?,
I ask her, and really the only response is –with a polite shrug of the
shoulders—it’s not allowed. A couple of
minutes later she tells me that I also can’t wear my magical Monarca
earrings into the operating room (OR).
Agghh, I say, but they’re my amulets!
Those
earrings were given to me by a very dear friend here in Mexico, in the darkest
days of the Monarca project. They
gave me courage and “lift” as the airplane people say. I wore them for the last recording session of
each Monarca
disk and they have been in my ears for countless concerts in which I
played Monarca music. They are of enamelled copper, from the state of
Oaxaca (wa-HA-ca) which is where
Jesusa Palancares (the muse of Gabriela Ortiz’ amazing Monarca piece) is
from. So they are indeed magical for me.
I can
understand the earrings because who knows what yucky microbes they might bring
into the OR … but the toenail polish??!!
It’s when things like this happen that I realize how many questions I
ask. I suppose it’s quite bothersome:
always wanting to know the reasons behind the rules. What a pain we are, we questioning women!
The nice
nurse takes a lot of time and trouble to find a good vein in my left arm in
which to put the drip. The surgeon stops
by a couple of times, with papers to sign.
Then the anesthesiologist stops by to describe his part of the show. I insisted, actually, because I like to know
what’s going on: that same bothersome phenomenon. He seems a man of few words
–perhaps rather shy?—but very pleasant.
And then
finally it is time, they wheel me down to the OR. It’s a surprisingly small space, very cozy
and intimate, with warm light. They
change me over to the narrow bed in which they’ll do the surgery, the surgeon
comments something about the new lights, he and the anaesthesiologist inform me
that they’ve decided to use a local anaesthetic - instead of the epidural
previously specified-- and a sedative. I
get plugged in to various tubes with various liquids. A little bit of talk; in the final pre-flight
checklist the penny drops about the Monarca earrings (which I sneakily never
took off) and they ask me to take them off … but say they can stay inside the
OR, as they understand that for me these earrings are magical (VIVA MÉXICO!!!).
They unplug my right hand so I can take
off the earrings –both pairs, a good thing I didn’t put in the third and
smallest ones!!--; the assistant unhooks my little silver neck-chain. They plug me back in again.
I don’t
know what sedative they gave me … but
just when I’m about to ask when we’d begin … I am awaking from the most
delicious sleep of my life, and they are telling me that it’s done, everything
is fine, hola señora, now we’ll take you to your room. I
tell the two docs that they are definitely la neta del planeta (sort of like the A Team) and am
wheeled away.
It is now
that I finally see the Famous Robert Jones bandage ON MY OWN FOOT!!! Impressive: it is HUGE.
The Famous Robert Jones Bandage. This doctor was an AMAZING
man
(http://www.boneandjoint.org.uk/highwire/filestream/13508/field_highwire_article_pdf/0/776.full.pdf&sa=U&ei=U0VhU9ySDIXEsgaLk4Aw&ved=0CE0QFjAJ&usg=AFQjCNGOD1e8A0nuCoeFM0S9M2Utyz1KXw
)
Once I am
in my room, Ramiro Gutiérrez and Gabriela Fragoso come. They are most of my support team for this
surgery-day. Ramiro is one of my oldest
friends here in Guanajuato, who over the years has helped me with countless
things, today with transport and logistics.
Gabriela is my current production assistant, very attentive and lots of
spark.
OK, not the
most flattering “selfie” in the world but jiminy, I was SOOOO sleepy!!
The Robert Jones bandaged Ana Cervantes Ankle with Gabriela
Fragoso:
OK, now I
remembered to put my magical Monarca earrings back on:
In a while
the surgeon and anaesthesiogist stop by, the surgeon to reiterate once again
the absolute necessity of Total Rest for that foot during the next four weeks.
I reassure him that I am totally psyched for Total Rest. I’m going to sleep for a little while now, I
say; and they all leave; and I sleep again, a delicious couple of hours.
THE DREADED DESCENT … AND THE NIGHT
After some
of those seemingly inevitable administrative stupidities, we arrive home. Since all of this came together on Saturday
I’ve been worried about how the hell I would get home. It’s important to understand that to get to
this house you have to walk: either you walk up or you walk down, but walk you
must. So we arrive up top, at the
entrance to my acceso. Ramiro had the idea that I could somehow
support myself on him and hop down or something. But I just can’t: can’t even visualize it. I decide I’ll go down sitting on my rear, one
step at a time: the closer I am to the ground the safer I feel! Right at this moment appears David Chávez,
the genius architect of this house.
After thinking over the situation and chatting for a minute or two, he
and Ramiro decide they’ll carry me making a kind of chair with two of their
arms, and me stabilizing myself with an arm on each of their shoulders. It’s an emergency rescue technique used with
people who can’t walk: I’ve read about it.
Ramiro explains later that in some previous life he’d taken a rescue
course and that was where he learned how to do that. The man is a bottomless well of curiosity and
desire to learn and thus is a mine of information: just amazing.
So I
arrived like a queen – with my heart in my mouth but like a queen!
I arrived home STARVING because I hadn't eaten anything
since 10PM the previous night ... so here are the Ankle and I, heating up
Colombian Picadillo and whole rice!
As is
normal in such situations –at least for me— in reality I didn’t understand how
exhausted I was. There were innumerable
details to resolve, or so it seemed to me.
I quickly learned how to hop about on the walker and was soon hopping
everywhere.
OK, I may not be quite ready for Zumba with Karla in Estudio
Kinesis ... but at least I'm home!!
It is clear
to me now that the measure of my anxiety about being immobilized was my level
of physical activity that afternoon and evening.
A moment
arrived, around 11PM, when I realized that I was running on fumes, that if I
didn’t get horizontal I would fall over.
I went to bed and slept until 10 the following morning.
And then …
Wednesday
afternoon I go to the piano and start to play Beethoven and almost immediately
I realize that something is very, very wrong.
My hands hurt and they’re not doing what they should. The penny drops: it’s the walker. Basically, when you move around with this
ingenious device something like 90% of your body’s weight is falling on your
hands and wrists with every hop you take.
It’s a brutal repeated stress.
This of course is why I do wall push-ups instead of floor ones,
elbow-planks instead of extended-arm ones (well, they’re also more work!) … and
now here I am screwing up my hands and wrists in the same way, in order to save
my foot?? No, no, no.
That night
I can barely manage knife and fork to eat my salad; writing hurts and it comes
out all crooked. I realize that I
urgently need to find a wheelchair. I
just totally failed to anticipate the stress the walker would put on wrists and
hands. AJ comes over and talks about
these scooters that they make for people in my situation: we go on line and
look at them and they seem wonderful.
They’re in the US and cost between $250 and $250 USD. But there’s no
time to battle with Aduana and the whole thing: I’m in a fix which urgently
needs to be resolved, using that walker has become a torture even for just five
steps.
Thursday,
the next morning, I get online again to find a solution. It turns out that the wonderful device Made
In USA is not available here in Mexico.
There are indeed scooters … and the prices BEGIN at 22,000 Mexican
pesos, about 2000 US greenbacks. NOPE.
Back to
Plan “A”: the wheelchair. There are
various places which have them in León (about an hour away), and praise be, I
have the little bit of extra –ca. US$450-- to buy one; wonderful Ramiro takes
off for León to purchase it and bring it here.
By 7pm I have it and immediately start to practice “driving” it. A very dear friend who’s an excellent cook
had made some food for me: rice and two dishes –Gaby went to pick this up and
while Ramiro was going to pick up the wheelchair I eat a little bit. My hands are starting to hurt less.
Friday, as
I write this, I begin to feel that at last we’ve found a rhythm that
works. Happy, happy, HAPPY.
Friday I
had SOOOOO much fun, here in my chair doing just the arms!!!
http://www.popsugar.com/fitness/10-Minute-Dance-Workout-Tone-Legs-34985157?utm_source=fitness_newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=fitness_newsletter_v5_04242015&em_recid=148529050&utm_content=placement_6_desc
To sum up,
now on Saturday: beginning on Tuesday afternoon, all this has been an immersion-level
lesson in balance, ingenuity, management of my body both physical and mental;
and more than anything, in patience.
Getting into the shower –before something simple and quick— is now a
whole choreography which demands careful contemplation of steps,
weight-distribution, rhythm. Every day
I’ve realized how fortunate I am to be able to live in the middle level of this
wonderful house, where there’s not one single stair and where I have everything
necessary: piano, bed, kitchen, herb-garden.
I feel enormously lucky to know the little I do about dance and physical
conditioning because that helps me so much with balance and with isolating
certain muscles when that’s necessary … rather like the piano, really.
Cervantes,
the piano, the Ankle, and the chair:
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!Ana, que buen ejemplo eres!
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