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MARCHÁNDOME_5:
27 abril 2014
El 29 de abril 2014 tipo 15:30h, hará un año desde que fumé
mi ultimo cigarro.
A la sazón, escribí sobre la experiencia de dejar mi
relación con el tabaco, pero por varias razones nunca subí nada a mi blog. Unos pocos muy cercanos amigos sabían de
este acontecimiento, pero la gran mayoría de amigos y fans no supo nada. ¡¡Perdón!! Ahora salgo del armario, como quien dice.
Van unas observaciones más o menos aleatorias,
juntadas durante el transcurso de los pasados doce meses. Durante ese mismo año grabé y presenté
los dos discos de Canto de la Monarca: Mujeres en México –sobre le cual sí subí bastante
al blog: ¡indáguenlo aquí en enero y julio del 2013!
Vale, por empezar: parece estar muy
de modo hablar pestes del tabaco, estar totalmente anti-tabaquismo; parece que
no hay escala de grises, todo blanco o negro.
Pues va, por fuera de modo que
parezca: mentiría si dijera que no disfruté el 90% de los cigarros que
fumé. Santo dios, ¡cómo me encantó
fumar! Sólo recordarlo me lleva
una sonrisa nostálgica a los labios. Mmmhhh.
Así mismo, sería una mentira
gruesísima decir que sufrí horriblemente a la hora de dejar esa relación. Sí, tuve un par de horas en que me
asaltó la cosquilla de la auto-duda, preguntándome si hubiera hecho la cosa
correcta –algo a que me doy cuenta de que estoy ALÉRGICA— pero eso fue
principalmente por la parte psicológica, no la física— de la dependencia. Y se
resolvió muy fácilmente con la buena comida a que me invité. Léelo en
SALIENDO.3.
Varias personas dijeron o
escribieron cosas que me dieron la sensación de que ellos tenían visiones de
Cervantes batallando a todo lo que daba para liberarse de las garras de esta
horrenda y malévola adicción.
Solían aparecer frases como tu
batalla con la adicción casi enmarcadas con luces anaranjadas o imágenes de
relámpagos de caricatura, como la publicidad de una peli de los años cuarenta
del siglo pasado. Muy Hollywood, mis queridos, pero así no fue
en lo más mínimo. En realidad,
sólo hice lo que cualquier de nosotros hace cuando resuelva hacer una tarea, ya
sea preparar la interpretación de una pieza de música o la construcción de una
casa: me organicé con las mejores herramientas disponibles y manos a la obra.
La verdad es que ya estuve lista
para salir, igual como había estado lista para salir de otras relaciones en que
me había entretejido y que habían empezado a hacerme daño. En todas la Persona En Cuestión ya me
había dejado, en algún sentido: los caminos se habían dividido, se había puesto
en claro que dicha Persona quisiera otro tipo de mujer o simplemente, otra
mujer. Aquí, empecé a ver que el
tabaco también ya me había dejado: empezó a hacerme mella, a aminorarme el
paso. Así que era hora de hacer mutis, lo más grata y fácilmente posible,
ocasionando la mínima molestia que pudiera. ¿Cómo una doña? Sí.
¿Cómo la Amable –aunque Imperiosa— Diva que quiero ser? En lo absoluto.
Pues ¡resulta que no todo mundo
quisiera saber que no sufrí! Quedé atónita. En ese par de semanas después de fuma ese último cigarro –algo
parecido a hacer el amor por lo que sabes será la última vez— me topé con
toneladas de personas con quienes compartía que había dejado de fumar. Algunas estuvieron súper apoyativas –
interesante que mucha gente que todavía fuma y lo disfruta mucho fue entre las
personas más positivas. Hubo otras personas que, según me dijeron, habían
dejado de fumar y todavía sintieron privadas de algo. Uno me dijo, Hace tres años desde que lo dejé y todavía,
cada que alguien enciende uno en mi alrededor todavía me muero de ganas de
fumar. Luego me mira con una
mirada penetrante y me pregunta, “¿Y cómo te sientes?” Le digo que me siento increíblemente
feliz me lanza una mirada cargada de escepticismo y recelo.
De repente me doy cuenta que el
compartir mi propia felicidad no siempre dará alegría a los demás. Lo había
visto antes en mi vida pero lo había olvidado. Cuando conté todo esto a mi querida amiga Z*** Y***,
terapista que trabaja mucho con asuntos de adicción, ella dijo, Sounds like you were smoking for a lot of people (Parece que
estabas fumando para mucha gente).
Aún en el teléfono de Skype pude escuchar su sonrisa.
Y luego hubo las personas -principalmente no-fumadores pero que
quizás han tenido sus batallas desde menor hasta acampal con la comida o la bebida
o lo que sea— genuinamente interesadas en cómo me fue, cómo era. Para mí esto
de veras me cayó muy bien.
Esto parecerá completamente loco
pero es verdad: hay momentos cuando pienso en el cigarro y en fumarlo, y el
asunto entero me parece irrelevante.
Es la mejor palabra que se me ocurre. El cigarro ya no tiene nada que ver conmigo, bueno o malo,
disfrutable o asqueroso. Simplemente no importa.
También ha sido divertido descubrir
la enorme cantidad de folclor alrededor del asunto de la dependencia, en particular
en lo que se refiere al tabaco. A
veces útil aunque rara vez; principalmente divertido. Por empezar, los datos son del todo contradictorios. Creo que no toman en cuenta que cada
cuerpo es distinto.
Varias personas, al saber que yo
había salido, me enviaron estas chulísimas listas de los cambios positivos que
pasan a tu cuerpo cuando dejas de fumar.
Tanto en inglés como en español, benditos. Varias versiones distintas,
si sirve la memoria.
En una, dijo que yo iba a tener
menos vello en mi cuerpo –porque el tabaco puede impedir la producción de
estrógeno que, se supone, pone su límite en la cantidad de cabello y vello que
el cuerpo femenino produce. Éste iba acompañada por una imagen de esas
digitales de un antebrazo bastante hirsuto, seguido por otro casi completamente
carente de vello. (Me pregunto qué
tiene todo esto que decir acerca de la imagen popular de la belleza femenina …
pero eso es otro blog.) Pues lamento decir que no dio en el blanco. Parece que tengo más cabello, digo, no
de manera fea, pero en definitivo más.
Todavía me estoy acostumbrando. Yo
soy totalmente a favor de mucho cabello en la cabeza, así que no me quejo.
Obviamente sobre la relación entre
el arte y la dependencia química se ha escrito montones. La muerte por heroína de Philip Seymour
Hoffman hace unos meses sacó a la luz muchos comentarios acerca de cómo los
sensibles entre nosotros son particularmente vulnerables a problemas de
adicción. Y hubo los inevitables
comentarios sobre para esas personas, cuando son artistas, la dependencia
incluso podría ser una suerte de precondición necesaria para su trabajo.
Yo tengo un considerable problema
con estas ideas. Por un lado,
representa un espantoso estereotipismo acerca del artista: una verdadera
porquería romanticizada. ¡Lo peor
es cuando los jóvenes artistas lo creen!
Y en realidad, simplemente no es el
caso: veamos todos los músicos –por mencionar sólo una categoría—que terminaron
sus relaciones abusivas con el alcohol y otros drogas y siguieron adelante para
tener espléndidas carreras. No
perdieron ni una iota de su pasión o su potencia musicales, y seguramente
agregaron años a sus vidas tanto creativas como físicas.
Como se puede imaginar, yo pensé
bastante en todo esto, antes de dejar de fumar. Y después. Si
hubiera algo que me preocupaba fue precisamente eso: ¿hasta qué grado el tabaco
estaba enganchado a mi vida como músico? Cuántes veces recordé cómo de un día
al otro abandoné el cenicero con su humeante cigarro, al lado del piano en su
mesita especial, pocas semanas después de que empecé a trabajar con
Lettvin. Nadie –¡y menos yo!—pretendía
que yo dejara de fumar … pero de repente se convirtió en una distracción. No solamente no fue necesario, fue una
molestia. Pensé en esto como aún
otro modelo, sin estar segura de cómo entraría en juego pero bastante segura de
que sí entraría, ya sea de manera literal o metafórica. Y por supuesto que sí:
el cigarro había empezado a poner trabas en mi camino más que me estaba
complaciendo; ergo, era una
molestia. Hora de que yo me
marchara.
La amiga que dejó el tabaco cuando
estaba fumando hasta 60 cigarros diarios me dijo, antes de que yo lo dejé, Mira, no tiene que ver con el cigarro como
tal, tiene que ver con tu relación con
el cigarro – es mucho más acerca de ti que del cigarro.
Nunca me he arrepentido de esta
decisión, ni siquiera por un momento.
Al contrario: sigo sintiéndome profundamente agradecida que mi salida de
esa relación con el tabaco –tan gratificante y placentera durante tantos años—
resultó ser tan fácil, al final cuando la relación ya no era muy emocionante y
se había convertido en un lastre.
Nostalgie du tabac.
Ha habido y todavía hay lo que he llegado a pensar como nostalgie
du tabac –quién sabe porqué lo pienso en francés, ¿será esos tipos
tan feo-guapos y tan extraordinariamente sexy,
todos con el cigarro colgado de sus labios tan apetecientes?—en todo caso:
nostalgia por el tabaco. En definitivo no es nostalgia para fumar el tabaco:
tengo cero ganas de fumar. Más bien, es nostalgia por cómo me sentí en ciertos
momentos cuando fumaba. Interesante que casi todos esos momentos tienen que ver
con estar sola, con apartarme de la muchedumbre. Todavía hay bastante aquí que examinar.
Se cumplió mi deseo. Tres o cuatro veces he tenido
momentos en que me di cuenta, incrédula, que casi quisiera que tuviera ganas de
fumar – me hace reír. Después de
la última vez que esto pasó –en marzo, hace un mes aproximadamente— entendí: NO
quererlo es lo que tan apasionadamente había deseado, hace casi siete
años. Se cumplió mi deseo.
De cuando en cuando, durante estos
pasados veinte-tantos años, me he dado cuenta: todas las cosas que en realidad
he deseado, he recibido.
Vale, la parte del peso. Si has leído los anteriores posting, sabes que yo tenía una visión
de mí misma parecida a mi tocaya Ana Guevara, dentro de seis meses después de
fumar ese último cigarro. Esto no
ha sucedido. De hecho, hay unos
cinco kilos innecesarios en el área de mi cintura que antes no estaban. Oscilo
entre rabia por los kilos y deleite –sí, todavía— por el delicioso sabor que
tiene la comida –y eso que yo siempre tenía un paladar bastante fino aún como
fumadora. También hay una suerte de boba alegría acerca de casi todo, me
supongo que primordialmente por estar viva y consciente.
La gente tampoco sabe qué pensar de
esto, al menos algunas personas.
Por un lado, por todo un haz de razones santurronas, tienen que estar
muy felices que Ana Dejó el Chingarro.
Por otro lado, ¿les da gusto verme Un Tantito Rechoncha? ¿Qué le pasa a
la Q, por dios?
Pero no puedo dar
explicaciones. Me supongo que he
decidido –recurriendo al modelo de que parece que he logrado las cosas que en
realidad he deseado—que en cierto momento el equilibrio se volverá a
establecer, resultado de un misterioso giroscopio cuyo instructivo no tengo y
sólo puedo intuir.
Parece que todavía no estoy lista
para el Regimen Macrobiótico de Madonna.
Buenoooo … quizás si hubiera un chef particularmente simpático que me lo
cocinara … nunca digo nunca.
Mientras tanto, como siempre cuando
estoy aquí, salgo todas las mañanas a caminar o a correr con mis dos
maravillosas compañeras Azabacha y Estrella. Desde principios de abril, después de la profunda fatiga
post-parto de Monarca, por fin empiezo a establecer un buen ritmo de trabajo
al piano. Curiosamente, tomado de la mano con esto piano se reestablece mi
trabajo de alfombra, una mezcla de Pilates, Somática, yoga y quién sabe qué
más. Así que --¿quién sabe?—tal
vez el giroscopio ahora se activa.
Importantísimo entender: dejar el
tabaco es un golpe metabólico de proporciones titánicas. Si hubieras tomado, al
levantarte, un juguito de naranja cada mañana durante muchos años, y de repente
no lo hicieras, tu cuerpo lo sentiría.
Probablemente dejar el tabaco es un poco más complejo que este ejemplo,
pero te da idea. Me late que hay algo
de investigación sobre este aspecto pero muy honestamente, entre la grabación
de los dos discos Monarca y toda la acompañante locura no tuve ni tiempo ni
energía mental para darle el necesario seguimiento.
Una suerte de inocencia. Olfateo
el perfume de un cigarro recién encendido y me huele absolutamente
delicioso. Pero no me da ningún
deseo de fumar. Esto para mí es un
fenómeno absolutamente asombroso y deleitoso. Es una suerte de placer inocente
que imagino ser como ser niña, olfateando el cigarro de mi papá –o igual mi
mamá, los dos fumaban— y gustando de ese perfume sin ganas de algo más.
Curiosidad. Como en tantos otros momentos, la curiosidad fue un ímpetu que me generó enorme energía.
Por ejemplo: toqué mi primer
concierto libre de tabaco exactamente un mes después de fumar ese último
cigarro, y fue algo bastante chido.
No tenía ni idea de cómo se sentiría y lo más chido de todo es que estuvo
completamente bien. Fue una grata
sorpresa que no se sintió nada diferente. De hecho, concentración y energía tantito mejor -- ¿será por
tener más oxígeno en cuerpo y mente?
Otro ejemplo: cuando fui a EU para
las presentaciones Monarca en DC y NYC, fue la primera vez que había estado en DC
como no-fumadora desde mi adolescencia … y la primera vez en NYC. Aquí también me preguntaba cómo
sería. Por un lado, ¡¡SORPRESA!!
En realidad no se sentía muy distinto.
Por otro lado, para mí fue un asombroso hito histórico en mi vida.
Hazlo por tus propias razones.
Al mero final de ese curso Allen Carr con sus seis horas y media, la terapeuta
dijo, “Esto es algo trillado pero
terriblemente importante. Siempre leemos que hay que hacer las cosas para
nosotros mismos: la meditación, la relajación, una caminata en el bosque, las
vacaciones, lo que sea. Esto es
igual pero en otro sentido: es absolutamente esencial que cada uno de ustedes
deje el cigarro por sus propias razones. Escríbelas. Pon una copia en el refri, en la cartera o la bolsa de mano,
otra al lado de la cama, otra en el coche –dondequiera que creas que sea
necesario. Todas las personas en
tu alrededor tendrán una larga lista de razones para que tú dejes de
fumar. Seguramente son muy válidas
pero no son TUS razones. No lo
hagas por sus razones, hazlo por las tuyas.”
Imposible exagerar lo importante y
maravilloso que fue este consejo para mí.
Conforme que pasaron las semanas y los meses después de ese último
cigarro –fumado con goce pero también, sea dicha la verdad, casi con aburrimiento,
anticipando mi pronta libertad— entendería vez con vez lo atinadísimo que es
este consejo. ¡Es cierto! Todas
las personas en mi alrededor tenían una larga lista de razones porque sería
bueno para mí dejar de fumar. Estoy segura que todas, TODAS fueron válidas,
persuasivas, buenas, lo que sea.
Pero a la postre estas razones –como me supongo sucede a cada rato en
estas situaciones—tenían mil veces más que ver con esas personas que conmigo.
Y mis razones ¿qué fueron? Si has
leído los anteriores capítulos en esta pequeña crónica sabrás algunas. Al
final, la razón central es:
Era hora de irme.
¿Qué llevo conmigo ahora, un año
después de marcharme de esa relación?
Creo que es esto:
Lo primordial, cada vez más, es que
La Parte de la Alegría es a Mí.
Segundo: la Elección y las Razones son Mías. No tan extraño, me supongo, que
esas también fueron las lecciones centrales de otras salidas, otras partidas,
otras evoluciones en mi vida. ¡Lo mejor es todavía por venir!
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