2012-06-09_sobre el
fracaso y la generosidad
Va una foto chida del Famoso Alebrije …
La foto es
de Carlo Olmos Carrillo.
El alebrije
–búscalo en Google si no sabes qué es- es de Elsa
Cruz Mejía.
Para más
información sobre Canto de la Monarca: Mujeres en México favor de visitar www.cantodelamonarca.com
Llevo luengo
rato queriendo escribir sobre esto aquí.
De alguna manera es hasta ahora que estoy lista (y luego tardé unos días
más con la traducción al castellano …).
Lo que hizo carburar este momento fue volver a leer un extraordinario
blog por Polly Carl, en el sitio Howlround (http://www.howlround.com/notes-on-generosity-in-the-theater-by-polly-carl/). Lo había
leído hace más de un año, cuando Tom Cott publicó la liga en su maravilloso
servicio de recortes You’ve Cott Mail, y me conmovió y me inspiró enormemente
en ese momento. Hoy, algo me puso
en mente de ese pequeño ensayo y fui en pos de ello. Lo volví a leer y lo entendí de manera completamente
distinta y mucho más personal.
Helo aquí el porqué:
Canto de la
Monarca: Mujeres en México, mi segundo proyecto de encargos y grabación,
fue más ambicioso que el anterior, Rumor de Páramo, homenaje musical a
Juan Rulfo en que convoqué –en el transcurso de sus dos CDs- 23 compositores de
cinco países y tres generaciones.
Para Monarca, desde el inicio planeé un disco doble, para evitar el
fenómeno del segundo e inesperado hijo que sucedió con Rumor. Esta vez, 17 compositores: de
México, Brasil, Colombia, España, EUA y Gran Bretaña. Presupuesté un pequeño sueldo para mí (10,000 pesos al mes);
además de un sueldo para una productora, y más importante que nada un honorario
de a de veras para los compositores: 25 mil pesos para cada uno de los 17
compositores, poco menos que la mitad del presupuesto total. Pensando en el éxito que tuve con
recaudación de fondos para Rumor, en mi cabeza lo tenía resuelto
que podría juntar esos casi 75 mil dólares EU –de que los honorarios de
composición representaron 34 mil dlls- entre los seis gobiernos, fundaciones y
particulares.
Estuve
terriblemente equivocada. Comencé
la recaudación de fondos justo cuando pegó con toda su fuerza la peor crisis
financiera a nivel global desde la Gran Depresión. Ningún gobierno estaba interesado en apoyar a un proyecto
así, por hermoso que fuese, cuya titular no fuera de ese país. No importaba que
yo había comisionado música de eminentes compositores de Brasil, Colombia,
España y Gran Bretaña; además de mis propios países de México y Estados
Unidos. Simplemente no había
dinero. No había dinero de ningún
gobierno; ni siquiera de mi propio estado de Guanajuato. Tampoco fundaciones en EU que se veían
como fuentes de apoyo casi seguras.
Particulares acongojados por la pérdida de sus acciones en la bolsa, por
no mencionar el pánico universal.
En cuanto a los más acomodados, toda cuanta causa que apoyaran -sobre
todo las de cultura- les estaba pidiendo más dinero a gritos para contener la
hemorragia.
Sin dejarme amedrentar,
al inicio del 2011 decidí probar mi suerte con el llamado crowd-funding.
Fue a la sazón un concepto poco conocido en México. La idea es que subes tu proyecto a un
sitio en Internet, con todo y video y texto promocional, pones una meta y una
fecha límite y luego te pones a promoverlo lo más extensamente posible a través
de correo-e y en redes sociales. Lo
intenté primero en una plataforma de nombre Kickstarter,
que pese a no ser la primera plataforma de este tipo, parece ser la Más
Famosa. Hice –creí- todo lo que debes
hacer: mensajes personales a personas en mi propia comunidad (las pocas que
respondieron fueron todos mexicanos, ni un solo extranjero); mensajes
personales a mi base de fans; tuiteando
y feisbukeando como loca; todo el
número.
Kickstarter
tiene una filosofía todo o nada.
Resumidos cuentos, esto significaba que de los casi $3500 dólares que
recaudamos, no vimos ni un quinto, porque no alcanzamos nuestra meta de cinco
mil dólares, creo que fue.
Poniendo el dedo en la llaga fueron las personas que –pese a que yo lo
explicara en cada bendito correo y boletín- no lograron captar que si no
alcanzáramos nuestra meta no se cobraría su tarjeta de crédito; y cuando
montamos DOS nuevas campañas en IndieGoGo, nunca volvieron a apoyar. Qué reverendo lío.
Las personas
que apoyaron a Monarca fueron, y siguen siendo, las personas que siempre han
apoyado a mis proyectos: un grupo relativamente pequeño que en su mayoría son
amigos y fans que ya conocen mi trabajo. El círculo se
amplió de manera emocionante con unos maravillosos mecenas aquí en México; pero
sólo unos pocos. Mantuve aflote a
la barca Monarca desde mis propios ahorros, que para la primavera del
2011 casi se habían agotado.
Durante todo
este tiempo, la segunda mitad del 2009 y todo el 2010, la música fue
maravillosa. Mi tiempo al piano
fue extraordinariamente rico, con las diez piezas cuyo estreno absoluto
interpretaría en el 38 Festival Internacional Cervantino en octubre del 2010:
de España Tomás Marco, Carlos Cruz de Castro, y
Pilar Jurado (estuve en rigor mortis
con
esta última, citando las palabras de la propia creadora, debido al estreno de
su ópera en Madrid poco después, ¡pero sí llegó con tiempo!); de EU Jack
Fortner y Charles Griffin; de Brasil Silvia Berg (igual como con su obra para Solo
Rumores, fue uno de los primeros en entregar y es una obra increíble);
Marcela Rodríguez y Horacio Uribe de México; Paul Barker del Reino Unido; y la austera y elocuente pieza
de Alba Potes de Colombia.
Iba a haber
una Mesa de Amigos, que se encargaría de la mayor parte de la recaudación de
fondos. No resultó. No digo que fue un fracaso, pero para
un primer intento fue bastante mediocre: principalmente, supongo, porque yo no
tenía ni bendita idea de cómo hacerlo.
Con que mi productora estuvo trabajando como loca para recaudar
fondos. Como productora es de
perlas; pero el fundraising no formó
parte de su perfil, ni de lejos.
Mientras tanto, porque estaba trabajando tan duro en la búsqueda de
apoyos, no tenía tiempo para arreglar conciertos; de manera que yo no tuve
ingresos. ¡¡QUÉ BODRIO!!
Monarca se había
convertido en un lastre verdaderamente de Sísifo. En la primavera del 2011, me di cuenta de que estuve
deprimida. O sea, con “D”
mayúscula. Cada que pensé en la
parte no-musical de Monarca tuve ganas de llorar, y a veces lo hice. Empecé a despertar en la madrugada con
una pesadilla recurrente en que unas personas desconocidas me tenía aprisionada
y torturada en un páramo en que nadie me quiso rescatar.
Me sentí
encolerizada, profunda y personal y reactivamente encolerizada, con personas
que yo sabía fácilmente hubieran podido apoyar a Monarca con EU$500, y que
donaron sólo $25, o quienes ni siquiera contestaron mis mails. Poniéndolo en relieve fueron donativos de
montos como EU$100 desde México donde –por ejemplo—mi sobrina que se tituló en
Derecho se considera muy afortunada por percibir apenas seis mil pesos al mes
(US$500 aprox). Comencé a sentirme
amargada, como Ya veo, con que a la hora de la hora esto es cómo me estiman.
Y todo esto
me afectaba al piano. También como
persona, que me supongo es lo mismo.
Había empezado a ver cada persona que conocí en términos de cuánta lana
podría representar para Monarca. Yo no soy ni depresiva ni dada a pesadillas, y mucho menos a
sopesar a la gente en términos de su valor neto financiero. Nada de esto es Cervantes, al menos la
Cervantes que yo quisiera ser.
Al mismo
tiempo que todo este lío dentro de mí,
la Sinfónica de Filadelfia –¡la primera orquesta de los EEUU a tocar en
China!—se encontró en el proceso de bancarrota. Mientras la Crisis extendió su mancha aterradora por todo el
orbe, organizaciones de artes, bibliotecas públicas y semejantes entes por
doquier en los EEUU, además de en otros países, se apuraron frenéticamente a justificar su presencia en el
planeta, en los términos dictados por el Mundo de Negocios y Finanzas. Un mundo que dice, en efecto, que no
sólo es perfectamente bien, es de hecho recomendable
evaluar cada persona que conozcas en términos de su valor neto
financiero, en lo que se refiere a tu proyecto. Un mundo que dice, mejor aún, que el más vil embuste es
perfectamente bien, siempre y cuando lucraras millones y no te pillaran.
Perdón, pero
cada molécula de mi alma rechaza esta manera de pensar del arte, de hecho lo
hallo una manera detestable de pensar del mundo.
Ahora bien,
organizaciones de arte en EU llevan años haciendo semejante contorsionismo,
fingiendo ser algo que no son ni pretendieron ser. No me refiero a la parte de viles embustes, sino a la parte
que dice que tu arte tiene poco o nulo valor si no cabe en un modelo en que
–por ejemplo— las únicas cosas que valen son las que se pueden medir, y al
corto plazo.
Gran parte
de lo que hace el arte es simplemente imposible de medir, al menos con las
herramientas de que disponemos. Sí
se puede medir si un niño está físicamente desnutrido, y de allí argumentar contundentemente
que por eso aprende menos bien de lo que debe. Pero ¿cómo medir la malnutrición del alma? No obstante, sabemos que existe: altas
tasa de embarazo en muchachas de entre 14 y 16 años y violencia de pandillas
son dos pruebas incontrovertibles.
Yo iría más allá, para argumentar que esos viles embustes y engaños del
mundo de la banca –además de la falta de buena legislación para
controlarlos—son otro síntoma de desnutrición espiritual.
Este modelo
de negocios, aún si fuese bueno para el Mundo Empresarial en General (lo cual
dudo) es completamente fuera de sincronía con los artes. Es un terrible error para la comunidad
artística –que en efecto es toda
la sociedad, quiero ponerlo muy en claro—dejarse engañar por este modelo, intentando diseñarse con estos
lineamientos y así confiriéndole cierta legitimidad. Es el arte, de hecho, que tiene la única posibilidad de
educar a la gente en esas otras áreas, de ayudarlos a crecer sus almas, para
enriquecerse de otras maneras que nunca se han formado para imaginar.
Llevo tiempo
sintiendo que buena parte de la gente en EU está brutal y fundamentalmente
amputada del arte. Se argumenta
que ellos mismos escogieron vivir así, y ¿qué más da? No lo creo. Si
lo escogieran, es porque tanta gente allá está sujeta 28 horas al día a unos pseudo-valores
tan retorcidos que muchos escogen cosas que les hacen mal: algo así como esas
horribles enfermedades del sistema auto-inmunológico en que el cuerpo se ataca
a sí mismo. Ver la taravisión más de tres horas diarias,
por ejemplo, es consabida causa de depresión. Puedes estar seguro que eso no pasaría si estuvieran
escuchando a Puccini o a los Rolling (por
ejemplo) tres horas diarias.
Cómo Kickstarter
está conformado me parece evidencia de esa amputación del arte. Es cierto: la gente está hambrienta
para el arte, sedienta de sentir pertenencia con ello. Al mismo tiempo, está tan atontada por esa misma
desconexión del arte, que la única manera en que puede imaginar pertenecer es
mediante este rarísimo formato tipo reality-show
que, francamente, nos remonta a la arena de los gladiadores de la Antigua Roma.
De haber
recaudado una cantidad significativa de lana en Kickstarter, ¿me sentiría así? Buena pregunta. Quizás no … pero estoy 99% segura que
aún así sentiría que hubo algo que olía a gato encerrado.
Vale, de
vuelta a Monarca. Comprendí
intelectualmente que La Crisis fue el problema y no yo; pero a nivel visceral
me sentí terriblemente responsable.
Me sentí como un fracaso.
Había diseñado este proyecto ofreciendo a los compositores un honorario
decente para su creación, y ahora no pude cumplir.
Gracias a mi
trabajo al piano, todavía estuve capaz de raciocinar. Me di cuenta que la mitad del presupuesto fue los honorarios
de composición. Cuando me pregunté
acerca de mis prioridades, la respuesta fue, ¡difunde
esta música! Bien, debía
abandonar los honorarios de los compositores, y concentrar mis esfuerzos en
juntar los fondos para grabar primero un disco y después el otro; después,
cuando pudiera Juntar Más Fondos.
Y mientras tanto, arreglar conciertos, muchos conciertos.
La gota que
colmó el vaso fue toparme con L***, una mujer aquí que tiene mucho cariño a mi
trabajo y que ha sido una fuente constante de sabiduría y humor, cada que la
veo. Ella subiendo y yo bajando; y
cuando me preguntó cómo estuve, rompí en lágrimas. Angustiada, le confesé que la única salida que pude ver fue
no pagar sus honorarios a los compositores. ¡Pues hazlo! me
dice, te conocen, te quieren y te
respetan. Yo apuesto que no sólo
no te van a odiar, te van a agradecer por tu tenacidad y perseverancia para
grabar sus piezas. Verás.
Tan sólo la
idea de presentar esta idea a los 17 compositores fue muy angustiante; pero no
veía otra manera. Pensé que ellos preferirían una Cervantes feliz y en buena
salud, tocando su espléndidas piezas por todo el mundo, a una Cervantes en
estado lastimoso con nada que mostrar por todo este sufrimiento.
Consulté,
por ende, con A***, también sabia, rigurosa y compasiva. Dijo algo sumamente importante: No fue el momento. Más de seis meses después entendería
cuán sabias fueron sus palabras.
Escribí a
los compositores, un mensaje lo más conciso posible, en español e inglés,
todavía sintiéndome un fracaso a la hora de recitar estos terribles datos. Que Monarca no pudo pagar los
honorarios de las piezas, que a mi ver la prioridad fue difusión: juntar los
fondos para grabar el primer disco; y después el segundo. Y mientras tanto tocar muchos, muchos
conciertos. Dije que si alguien
quisiera que yo no tocara su pieza, yo estaría muy triste, pero comprendería.
Casi todos
los compositores –excepto los que nunca responden a no ser que dices en
“asunto” tu casa está en llamas- respondieron con frases como, Ojalá
hubiera muchos intérpretes como tú y De ser yo Ministro de Cultura
tendrías un estipendio de por vida o No te preocupes, ya tengo otra
beca, estoy cubierta. La
peor respuesta –y ni tan mala- fue algo así como Mala noticia pero no sorprendente.
Lágrimas de
gratitud.
Bueno, mi
pregunta perenne -- ¿qué aprendí?
Va, fue bastante:
Conócete a ti mismo (Know
thyself): Tuve que reconocer –por enésima vez- que simplemente no soy una
intérprete a escala grande. Mi
mejor desempeño es en foros más íntimos, donde realmente puedo hablar con mi
público. Así, por extensión,
probablemente no soy una Chica
Crowdfunding. Yo lo
sabía. Caí en la trampa en que –en
ese mismísimo momento- estuvieron cayendo muchos colegas y organizaciones de
arte. ERGO:
A vuestro propio ser sed fiel (To thine own self be true): … y así, hablar desde la verdad al poder: como dicen los bautistas
estadounidenses, speak truth to power. Una frase casi imposible
traducir al español; pero eso es más o menos lo que significa. Nunca pensé que volvería a decir esto
después del 1990: juro nunca jamás fingir.
¿Parece
poco? Pues no. Es la mera médula de todo.
A eso de un
mes después de la carta a los compositores, regresé una tarde de la caminata
vespertina con Estrella la perra rubia, y de repente entró en mi cabeza, ¿PORQUÉ te sentiste como un fracaso? Bien –respondí- porque no pude recaudar
fondos. Jmmm, dijo la vocecita, ¿Cómo puedes fracasar en algo que ni
siquiera haces? Y me di
cuenta: Yo toco el piano. No soy una fundraiser profesional.
No soy un fracaso. Fue un
momento Epifanía.
¿Qué fue,
entonces, de ese blog de Polly Carl que hizo salir toda esta historia? Fue su Observación #6, en que dice, “Ya déjalo al mito de tener el derecho a
algo. Nadie te debe nada en este
negocio o en esta vida. La ruta
más segura a sentirte víctima es sentir que alguien te debe algo y sentirte así
es estar con una déficit. Las
déficit te dejan con nada que dar.”
El inglés original es: “Get over
the myth of entitlement. No one owes you anything in this business or in life.
The surest way to feeling victimized is to feel owed and to feel owed is to be
at a deficit. Deficits leave you with nothing to give.” La palabra entitlement no tiene
equivalente en español. En efecto,
es eso: sentirte derechohabiente a algo.
Y bueno, así es como yo estuve. Sintiéndome victimizada. Con una déficit. No lo pude ver hace un año, por la
pesadilla (de hecho fue precisamente lo que me trataba de decir la pesadilla);
pero así es: esa angosta visión del mundo te deja con una déficit permanente.
Es una de las razones que necesitamos
el arte. Digo, ¡los artistas lo
necesitamos también! Cuando nos
separamos de lo que verdaderamente hacemos, para distorsionarnos en algo que no
somos –que además es algo bastante cuestionable, a mi ver— entramos en un
estado de desnutrición. Así que
tenemos que aplicar esa generosidad a nosotros mismos también.
El momento. El momento llegó unos ocho meses
después, cuando emprendí la enorme labor de una solicitud de beca al FONCA
(Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) aquí en México. Mi proyecto es de terminar el segundo
disco de Monarca y pasar tres años simplemente tocando el piano, compartiendo
esta espléndida música que encargué para Rumor y Monarca con públicos por
todo el mundo: en conciertos consagrados a esta música o en programas mixtos en
que la pongo a dialogar con piezas del repertorio “clásico”. Clases, conferencias,
conciertos-charla, todo lo que hago.
Ya es hora de dejar al lado este aplastante lastre administrativo y
hacer lo que nací para hacer: interpretar.
Armar la solicitud de beca exigió
juntar toda mi vida profesional, en efecto, desde ese primer recital solo
cuando tenía 14 años. Todo cuanto
recorte, toda cuanta reseña, todo cuanto programa de mano. Me galvanizó a arreglar conciertos, y de
todos los presentadores la respuesta ha sido cariñosa y entusiasta. Mi calendario de tres años se está
llenando. Ahora es el momento. El momento es ahora.
Aquellos de ustedes que vienen del
mundo de Negocios seguramente me preguntarán, Sí, pero ¿los apoyos? ¿¿Cómo vas a conseguir la lana?? Y yo responderé: No sé.
Pero sucederá. Ahora es el
momento.
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