Versión cápsula: artísticamente, de
pelos, de maravilla.
Sociológicamente, no tanto.
Si quieren saber más, sigan leyendo … ;=))
Observaciones
ALEATORIAS, o quizás no tanto …
·
La gente fascinada cuando les digo que vivo a
2500M arriba del nivel del mar.
·
Los taxis americanos: por un lado bueno porque
–según me dijeron- ahora son legales y es posible tener un permiso de operarlo
como taxi (el gobierno siempre reclama su tajada, sea lo que sea su ideología,
por lo visto); pero por otro lado es pésimo por la contaminación. Contaminación en general, horrible;
pasa un vehículo eructando nubes de humo negro y casi te asfixias, agghh.
·
En la declaración aduanal, una de las cosas que
hay que declarar es pornografía. (Pero después pienso, ¿Y qué hacen si alguien lo declara? ¿Lo confiscan? ¿Hay que pagar algo? No me queda claro en la declaración aduanal.)
·
¡¡no hay
picante!! Les da terror
cuando pido un poco de chile o de salsa picante.
Comentarios del guía César – que sí
habla ruso, siendo mínimo cincuentón— quien me recoge en el aeropuerto:
·
Durante un rato no se veía ni un solo ruso
aquí. Ahora están viniendo en
hordas. “Hay que ir a visitar a Cuba para ver el socialismo todavía en función”.
·
Ya no se enseña ruso en la escuela; los que lo
sabían lo están perdiendo por falta de práctica. Ahora en la escuela dan inglés.
¡¡telefonía
celular!!
·
Una cosa definitivamente nueva: parece que la
telefonía celular ha llegado a Cuba, al menos a La Habana, y a ciertas
personas. Las personas que
pregunté al respecto me dijeron que está bien caro pero que sí, es útil y es un
avance.
Domingo 25
Sí, ha cambiado, y mucho. Y también, no tanto. Del todo capaz que ésta es una cara de
la H que antes no vi. (Aunque no lo
creo: deambulaba por la Habana Vieja en el 2002 y no era nada como lo que ahora
veo). Siento que de alguna manera
al pasado se le da más valor ahora.
Quizá el arte siempre ha sabido esto, de alguna manera. Me muero de ganas de ver el casco
histórico.
Llegué media amolada de haberme
despertado a las 4:00h, algo desayuné pero poco. Vino por mi al aeropuerto un señor César de la agencia
turística que colabora con el Festival; me lleva al hotel y me hace avrios
comentarios durante el viaje de unos 30 minutos. Y el hotel es un encanto: uno de esos inmuebles del
principios del XX, bellamente restaurado, a la mera verja de la Habana Vieja. Fotos desde las ¡dos! ventanas de mi habitación: primero el Parque de la Revolución (frente al Museo homónimo) y viviendas al otro lado.
Me oriento, me baño; y me pega el
hambre. El conserje me recomienda
el Hotel Sevilla, a la vuelta. Es
caro: un sándwich cuesta unos 80 pesos mexicanos. Y no tipo “baguette” como acostumbramos aquí: nada de
verdura. El pan es riquísimo, todo
calientito con el queso derretido.
Pregunto acerca de la posibilidad
de algo picante y el mesero visiblemente tiembla.
¡Qué parentesco entre México y
Cuba! El trío que es la música en
vivo canta standards como Guantanamera … y temas de María Greever. No debe sorprender a nadie quien ha
estado en cualquier de los dos países – la simpatía entre Cuba y México, que
tanto brota –sospecho—de la compartida herencia europea y, sobre todo española. La parte de México que, según yo, siempre le ha costado
trabajo a los EEUU reconocer y entender – en parte porque, creo, le sigue
costando trabajo a EU entender su propia herencia de Europa. Toda la arquitectura está impregnada de
lo morisco. El piso del patio
donde como mi sándwich es de barro, las piezas intercaladas con piezas de Talavera
como lo que hacen en Puebla; siento que podría estar en México.
Acompaña al sándwich unas verduras:
ejotes, betabel, morrón (pimiento) arrostizado. Todo de lata.
No mala, pero de lata. Mi primer recordatorio de la pobreza agrícola de
Cuba, a comparación con México.
Pido una limonada para acompañara
al sándwich y el sabor del limón aquí es otro.
Cambié 650 pesos mexicanos a US$$
en el aeropuerto. Son 43.40 CUC,
la actual divisa aquí. Veo que no
me van a durar NADA.
Comentario del mesero acerca de los
centroamericanos: no sé si por jabonearme o por convicción, dice que los
centroamericanos se dejan humillar, no tienen el mismo orgullo que los
mexicanos o los cubanos. No habla
de la miserable y tristísima historia de esos países que los ha condenado a una
humillación tras otra.
Concierto del domingo
… en un antaño casino español, ahora Palacio de Matrimonio y ahora con la sala
de conciertos, la Sala Ignacio Cervantes.
Acústica deslumbrante. Uno
de esos programas de todo un poco.
Me quedan en la memoria … Volver a
dar un abrazo al incansable director de este Festival, Guido López-Gavilán,
después de -¡caramba!- diez años … que parecen diez minutos porque el Maestro
no se envejece, lo juro; conocer a Jorge Beritán, el Director de Difusión; y
luego … trío de jóvenes (fl-vc-pf) por su compromiso, su ensamble, su
interpretación: queda claro que no les interesa solo tocar las notas, quieren
aportar algo más. Y lo hacen. La Mtra Rosario (la recuerdo de mis dos
anteriores visitas). La suiza Antipe
da Stella con una asombrosa pieza para flauta en sol (de Yoshihisa Taïra,
Japón), sola. En éste y en el
concierto de los 4pm a que iba el lunes 26, el nivel de los ejecutantes cubanos –casi todos jóvenes—
es casi uniformemente alto. Escucho
una que otra nota desafinada; pero no más. Como en mi primera visita quedo
impactada por el nivel de formación.
El
lunes 26 … Hordas de ciclistas en el lobby del hotel. Según el botones van a dar la vuelta a
la isla – unos mil metros.
En la UNEAC, donde me llevan a
estudiar –en el mismo piano Estonia en que ensayé con Patrice Michaels hace diez
años, lo juro- un gato color chocolate que sale a asolearse en los hermosos
jardines. Ha de ser del lugar
porque aunque delgado no tiene ese aspecto hambriento de un gato callejero, y
parece sentirse en casa. También hay la presencia del poeta Nicolás Guillén ...
Cerca al hotel donde estoy –Paseo
del Prado con Colón, al borde de La Habana Vieja—veo algo de construcción y
mucha restauración. Según me dicen,
el dinero de la UNESCO es principal si no únicamente lo que lo hace
posible.
Noche del lunes 26:
La presencia de la música popular en la de concierto, lo porosa que es esta
membrana. Cf. Suite
a Compay Segundo –homenaje al mismo- de Erden Hernández para ensamble de
vientos y guitarra, en el concierto la noche del lunes. Se podría llamara a este fenómeno nacionalismo pero sospecho que sería
facilón. Me late que tiene que ver
con algo mucho más sutil, como lo es, por ejemplo, el uso que hace Horacio
Uribe de ciertos elementos folclóricos en su música, no en calidad de una
llamada al nacionalismo sino por su riqueza rítmica en un momento dado de una
pieza. Va mucho más allá pero será
para otro día profundizar en esta materia.
Moreno Rivas habla de cómo apegarse
de manera pura y dura al nacionalismo servía en su momento; pero con el tiempo
se volvió un elemento limitante para la música (no recuerdo si es en Rostros
del nacionalismo o en Música del S XX en México y no tengo
tiempo ahorita para averiguar la citación). Pienso que las referencias nacionalistas no necesariamente
son intemporales, pueden referirse muy específicamente a una cierta época, y
así no necesariamente serán reconocibles para las generaciones siguientes. De todo esto sí que quisiera
escribir más, quién sabe cuándo.
Nadie critica el régimen, al menos
que he oído. Pero el chavo que me
entrevista en algún momento comenta de la sensación de aislamiento porque no
pueden bajar de la red archivos grandes de audio y de video; que a veces
tampoco partituras. Apaga la
grabadora antes de decirlo: ¿casualidad?
Comento que a la larga no hay forma de limitar el acceso a la
información y menos al arte, que éste deshace fronteras. Y creo que es cierto: la escritura de
Solzhenitsyn logró salir de la URSS, mismo que la música de Shostakovich, por
citar dos ejemplos importantes. Y
ahora menos aún, con el Internet.
No sucede de un día al otro, pero sí sucederá.
Varias respuestas cuando comento
que mi última visita fue hace 10 años. “Diez años más de deterioro”, dice
más de una persona, disgusta. A
una persona le pregunto si no ve mejoras.
Sí, dice, pero sólo en ciertas partes de la Habana; las áreas menos turísticas
están más decaídas que nunca. A un
taxista, un joven tipo 25 años, pregunto cómo ve esta actividad de
restauración. Muy enfáticamente
dice que a su ver es importantísima, porque “es
nuestra historia y nuestra visión del futuro”. Sin embargo, opina que urge subir la economía porque es
agobiante gastar tanta energía en resolver cosas pequeñas. Hablamos tantito de la importancia de
la esperanza, que no hay que desanimarse; la inspiración que fue para México
cuando Brasil terminó de pagar su deuda externa, de cómo Lula puso como meta
erradicar la pobreza extrema y cómo en gran medida lo logró. Cuando me deja el joven me dice en un
tono casi sorprendido, “Ha sido de verdad
un placer llevarla señora, que le vaya muy bien”.
Veo cómo tienen que luchar Guido
López-Gavilán y su equipo del Festival –un solo transporte para todos los
invitados, por ejemplo—y me late que aquí también hay que educar al gobierno
acerca de cómo el arte puede funcionar como un estímulo a la economía y al
espíritu … ¡Aquí!
Martes 27 nov
Escribí en mi cuadernito:
Al
poco rato, mi concierto: el estreno aquí en Cuba de cinco piezas de Canto de la Monarca. Mañana, conferencia sobre el proyecto;
en la tarde dos conciertos. ¡Ojalá
y haya tiempo para ir a la Habana Vieja! Sería bonito ir en bola pero si no se
ofrece me voy sola, divagando como tantas veces he hecho”.
Mi concierto, pues. Un recinto increíblemente hermoso, la
Basílica Menor del Exconvento de San Francisco de Asís. Aún otra señal de cómo la recuperación
de la historia de esta ciudad va cosechando sus resultados. Acústica extraordinaria, divina se
podría decir. Llevaron el Steinway
del Amadeo Roldán, bendito, una belleza de instrumento, a este foro. Primera vez en mi vida, creo, que he
visto a un técnico de piano mujer. Una mujer altísima, delgadísima,
silenciosa, casi en otro mundo.
Entre los muchos "testigos" que se ven en este extraordinariamente bello recinto .. |
El único técnico de piano MUJER que he visto en mi vida ... |
San Francisco con una paloma posada sobre su hombro ... |
Mi programa:
Marcela Rodríguez “Todo
en fin, el silencio lo ocupaba” (2010)
(México, 1951) [Musa:
Sor Juana Inés de la Cruz]
Horacio Uribe El
viaje nocturno de Quetzalpapálotl (2010)
(México, 1970)
Tomás Marco Nymphalidae (2010):
(España, 1942)
Tres mujeres para la mariposa Monarca:
La mariposa de Malinche; La mariposa de
Sor Juana;
La mariposa de Adelita
Paul Barker La Malinche (2010)
(Gran Bretaña, 1956)
Silvia Berg El sueño … el
vuelo (2010)
(Brasil, 1958) [Musa:
Frida Kahlo y su Casa azul]
Toda la música encargada por Cervantes
para Canto
de la Monarca
Estreno en Cuba de toda la
música
La pieza de Marcela Rodríguez es
rebosante de misterio, de tension y de esos famosos silencios de Marcela
–famosos, al menos, desde Entre las ramas rotas, la extraordinaria pieza que
escribió para Rumor de Páramo. Al
final, un enorme cluster en la región grave del piano, fortissimo, hace vibrar no sólo el instrumento sino todo el
recinto, como un gigantesco órgano.
Luego de Horacio Uribe, El Viaje Nocturno de Quetzalpapalotl; Quetzalpapalotl es una
criatura de la religión animista del pueblo mexica, mitad mariposa y mitad
pájaro, en que metamorfosean mujeres que mueren en el parto y guerreros caídos
en el campo de la batalla. Estas tres miniaturas de Marco, pese a su suma
brevedad, son llenas de capas de sutileza, de significar … entre más las toco
más me doy cuenta. Uribe, Berg y
Barker son, para mí, las piezas extáticas de Monarca: nos transportan
a otra región. La Malinche de
Barker, de una virtuosidad casi Lisztiana, es su propia versión de una aria de
concierto de su ópera homónima de las ochenta. El sueño … el vuelo de Berg es una de esas piezas que nadie
queda igual después de escucharla.
Aún personas que no saben la historia tras la obra intuyen que algo muy
especial ha acontecido.
¡Recuérdenme si olvido, queridos amigos y fans!
Recepción sumamente cálida, de un
público multigeneracional y, por lo visto, de varios países. No hay quién no se fascina por estas
piezas. Todos comentaron de cómo no conocían la música de estos compositores, qué hermosa, qué hallazgo … Con la debida modestidad reporto también que varios comentaron sobre mi interpretación, el hecho de que toqué de memoria todas las piezas excepto Rodríguez. Yo contenta.
Incluyo esta liga porque mis
propias fotos del recinto –por no mencionar las que sacó un muy amable ayudante
del maestro Guido— resultaron PÉSIMAS.
De haber sabido que Andrew Rudin es tan sensacional fotógrafo habría
pedido que me acompañara durante toda la semana, jaja … :
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=4996942570110&set=a.4996928809766.2193790.1496119654&type=1&theater
encuentros con colegas: Cruz López
de Rego, rudin, reise
Una de las cosas que más me gustan
en este entorno de festival es la interacción con colegas de otros países y de
otras áreas de la música. De mis
colegas hay que llegan, van a sus propios eventos –si es que hacen más que un
concierto—y se van. Sé que a veces
a uno no le alcanza el tiempo para hacer más; pero yo prefiero compartir un
poco la vida del Festival en cuestión, presenciar los otros conciertos que
puedo, conversar con colegas y alumnos. En este caso fue un gran placer conocer a la compositora Cruz
López de Rego (España) y a los compositores Andrew Rudin y Jay Reise de
EU. Sabía de López de Rego a
través de Cecilia Piñero pero no habíamos estado en comunicación. Además de su labor como compositora es
ahora la Directora de Mujeres en la Música en Madrid. ¡Lástima que tuve que
marcharme el viernes 30: fue para esa noche que se había programado su
música!
Sabía que iban a estar unos colegas
de EU que tocarían obras de George Crumb, y supuestamente ellos sabían que yo tocaría;
pero fue hasta la mera hora, cuando después de mi mitad del concierto ellos
vinieron al camerino a felicitar, que me di cuenta que uno fue el compositor
estadounidense Andrew Rudin; y él, que la pianista esa fue Ana Cervantes. Nos conocimos a través de unas
e-tertulias musicales en FB y fue entre cómico y mágico conocernos en persona
cuando él se presentó esa noche.
Con el Mtro Guido López-Gavilán (der) y Jorge Beritán (izq) depués del concierto |
Nada sabía de Jay Reise y fue un
auténtico placer escuchar su pieza El
vuelo de la golondrina (flauta-pf) en el concierto del Orchestra 2001. Este ensamble, en efecto, se ha
especializado en la obra de George Crumb; y su concierto consistía en dos obras
de éste (Dream Secuencia, 1976 y La noche de las cuatro lunas, 1969), con
la pieza de Reise en medio. Tanto
Reise como Rudin habían estudiado con Crumb, cada uno de su manera; de allí su
presencia en el Festival. A
diferencia de su colega Jay Reise, Rudin nunca estudió con Crumb de manera
formal, pero en su parte de la conferencia el día siguiente, contó que en
cierto punto de su vida creativa Crumb se convirtió en una fuerte inspiración
para él. Reise, en cambio, sí que
fue alumno de Crumb; ahora dirige la Escuela de Música en la UPenn.
Con la compositora Cruz López de Rego el jueves |
Perros aeropuertuarios y de la
ciudad
Quizás es mi imaginación pero me
parece que últimamente el equipaje tarda mucho más que antes en llegar. Ahora que tengo mis dos compañeras
caninas, cuando estoy de regreso de gira les extraño muchísimo, de manera que
me paso ese tiempo que parece interminable, viendo los perros que se ocupan de
husmear las maletas. Regresando de
Brasil en agosto del 2010, a eso de las 6:00h (digo, de la madrugada) hubo una
Labrador rubia; la perra, con la cola a todo dar y sus ojos tan alertos e inteligentes;
su compañero humano, un tipo bien duro, de juzgar por su atuendín tipo SWAT
pero que en un momento en que mis ojos cruzaron su mirada dirigida a la perra,
de repente pareció mucho más humano y el fantasma de una sonrisa se pintó en su
boca.
En Cuba, la misma interminable
espera; y aquí los perros no son ni Labrador ni Doberman, sino ¡Cocker
spaniel! Adorables, de pelo
largo. Hay tres, cada uno con su
compañero. Allí andan, con sus
frondosas colas ondeando, patas con el mismo sedoso pelo -¿como pies de
Hobbit?, me pregunto en mi estado de desvela- con suma delicadeza husmeando
donde se les indicaba sus humanos.
Al inicio me llamó la atención que
no vi casi nada de perros. Después
me doy cuenta de que están casi ubicuos pero más, al parecer, el La Habana
Vieja, no donde estuve hospedada yo.
Me asombra lo bien cuidados que se ven: pelaje sedoso, muy amigables,
bienhumorados. Nada de ese aspecto
hambriento y sarnoso y medio-desesperado que a veces se ve en México, donde,
sea dicha la verdad hay más comida.
Queda muy claro que alguien les cuida, que no son callejeros.
En México, de regreso, fue una
Beagle, muy cortés y animada y con una suerte de mochilita sobre el lomo; de
nombre, según su compañera humana, Chevy.
Conferencia
El miércoles hice una conferencia
en la UNEAC, sobre El proceso de un
proyecto de encargos. Fue un
público pequeño pero todos muy atentos.
Hablé durante media hora, en efecto una versión del artículo que acaba
de salir en la revista de la IAWM (International Alliance for Women in Music,
Alianza Internacional de la Mujeres en la Música), tocando los puntos
sobresalientes: la elección de un buen “pilar central” y las diferencias, en
ese respecto, entre Monarca y Rumor; los aspectos administrativos
y logísticos además de los creativos; pero más que nada, esa idea de la relación
singular entre cada compositor y la musa
que eligió. Suena como poco ¡pero
ha consumido los pasados tres años de mi vida!
Empecé diciendo que quisiera que
fuese algo interactivo y que me vinieran después con preguntas y
comentarios. Así fue: en su
mayoría los asistentes fueron compositores. Hablamos de la inspiración –algunos son muy jóvenes— y yo
del paralelismo entre mi necesidad de estar con el instrumento todos los días,
y la importancia de estar con el lápiz –o meta-lápiz- todos los días. Menciono ese poema de Thomas Lux que
tanto amo, An Horatian Notion. Y ¿si
no hay un tema o un eje central para una pieza, que alguien te haya
pedido? Bueno, digo, pues lo
inventas tú. Lo importante es
estar con el trabajo todos los días.
Surge la pregunta que siempre
surge: ¿Me han llegado obras que no me
gustan? ¿Y qué hago?
Cuento que sí, con Rumor
había dos piezas con que nunca, pese a mis mejores esfuerzos, logré
acoplarme: una que (tuve que concluir) no fue escrita para mí y otra que no fue
escrita para el piano. Cuento lo
de la conferencia de CalArts en octubre del 2009 en que, respondiendo a esa
misma pregunta, hablé de cómo batallé con esta cuestión. Que con las piezas Rumor sentí una
responsabilidad paternal, como si –habiendo invitado a estas piezas al mundo—
tuviera la responsabilidad de mantenerlas en este mundo hasta los 18 años o
algo así. Grabé estas piezas y
creo que hice un trabajo respetable; pero nunca, dije, nunca en realidad me
divertí tocándolas. En eso, allí
en CalArts, se oye una vocecita dulce y cortés, desde el fondo del grupo de
unos 90 alumnos. Es la de la compositora Anne LeBaron, cuya extraordinaria
pieza Rumor, Los murmullos,
sigue cosechando loas y dice, Bueno, pues
siempre las podrías ofrecer en adopción, ¿o no? Fue un momento tipo epifanía, parece mentira pero nunca
lo había pensado así. De un solo
golpe ella me liberó del peso de la responsabilidad paternal.
Curioso cómo esta pregunta, de qué
hago si me llega una pieza que no me gusta, siempre se hace con gran delicadeza,
como si de repente habláramos de algo muy íntimo y sensible. Piénsalo -- altamente sensible e íntimo
sí que lo es.
Me preguntan, al final, ¿cómo sabrá la compositora/el compositor que
al intérprete le va a gustar su creación? Ay de mí, ahora sí que hemos divagado en territorio
sumamente sensible. Pues no hay
garantías, digo; y eso sí, no es fácil.
De allí que selecciono mi repertorio con sumo cuidado –ya sea, por
cierto, de compositores vivos o muertos.
Si no me llega a mí, ¿cómo lo voy a comunicar al escucha? Enfatizo que para mí el estilo o el
vocabulario me importan un higo: lo que sí me importa es esa voz auténtica de
que antes he escrito. Es la única
manera en que yo puedo ser fiel a la voz del compositor –y, por cierto, a mi
voz como intérprete. Les digo que
pienso que ustedes, como compositores, deben de tomar en cuenta la voz
auténtica del intérprete que te pide una obra, en la medida posible.
Varios me comentan después que casi
nadie habla de estas cuestiones y que la conferencia les fue de mucha
ayuda. Ojalá y sí. Esta vez estuve demasiado concentrada
en lo mío y olvidé por completo pedir a alguien que sacara fotos, sorry …
Casa de las Américas
Esa noche del miércoles, regreso a
Casa de las Américas. En este
Festival todos los días hay concierto a las 16h y a las 18 o 19h. Ese día el concierto de las 16h fue de
música electrónica y electroacústica. Debo decir que casi toda la música me impresionó
mucho, en particular las obras de Juan Piñera Del espectro nocturno para guitarra y cinta, de que Luis Manuel
Molina impresionantemente interpretó la guitarra y que asombrosamente –considerando
su frescura- data del 1986; y de Maureen Reyes Lavastida Ochosi. ¡Ojo! Esta joven
compositora debe estar en su radar.
El segundo concierto se llevó a
cabo en la Sala Che Guevara, otro de esos conciertos de todo un poco: el Trío de Violas (Rusia-Méxica-Cuba) con música
de Boaz Avni, José Loyola, Frank Bridge y Dmitri Dudín; el impresionante
guitarrista Joe Ott con música de Joaquín Rodrigo; la asombrosa joven
percusionista Eilyn Marquetti con obras de Nebojsa Zivkovic (Serbia) y Roberto
Sierra; y finalmente la Orquesta de Cámara de La Habana, un ensamble de jóvenes
cuerdistas cuya directora Daiana García no puede tener más que 25 años sobre
este planeta. ¡Muchos aplausos!
Fue en Casa de las Américas que
toqué en mi primera visita a Cuba en el 2000, bajo ese enorme y hermoso árbol
de la vida en la Sala Che Guevara.
Un piano absolutamente soviético, me supongo que un Estonia; recuerdo
pensando que fue un piano digno de Bella Davidovich, con sus brazos de
luchadora. (Me da risa ahora pensar que hace unas pocas semanas toqué un
Estonia en Aguascalientes; mal mantenido, mal cuidado, fue un piano “poco
generoso” [ungiving] como comentó
Anne LeBaron.) Fue en esa primera
visita al Festival de La Habana que conocí a Patrice Michaels, a María Elena
Vinueza, a Guido López Gavilán.
María Elena sigue al timón de Música en Casa y por lo visto están
haciendo muchas cosas muy padres, sobre todo en materia de musicología. Ahora estoy leyendo con mucho interés el
BoletínMúsica que allí se publica. Fue un enorme placer volver a conectar con ella y ver un poco
de lo que están haciendo.
Jueves 29, Clase magistral
Había ofrecido dar una clase
magistral, o un taller con jóvenes compositores e intérpretes. Me tomaron la palabra y me agendaron
una clase magistral en el Conservatorio Amadeo Roldán a las 9:30h el jueves 29. Según la agenda la clase debía durar
una hora. En los hechos, se
prolongó hasta casi tres. Había
doce alumnos que quisieran tocar, ¡doce!.
Agghh, digo, tendré que estar pegada al reloj. No cabía la última: llegó el transporte y no me pudo esperar
ni quince minutos. Triste; pero ni
modo. Quedo impactada por el
nivel: casi todos tienen mucho dedo.
Pero lo que me impacta mucho más es que casi todos están de verdad
escuchando, analizando, cuestionando, abiertos y entusiastas. He aquí un legado de la URSS que hay
que reconocer: este don para identificar, a muy temprana edad, el talento
musical –y de danza — y canalizar a esos niños a la formación adecuada. Y ¡caramba, qué formación! Todos con una actitud corporal
relajada, flexible, de mucho enfoque. Más que nada, queda muy claro que
disfrutan de tocar, que se divierten.
No tengo que hacer ejercicios de relajación, algo que casi siempre es
necesario. Esas tres horas pasaron
muy rápido …
Por fin mi día de descanso, al
menos la tarde
En los hechos fue hasta el jueves
que en realidad tuve tiempo para la arriba mencionada divagación por La Habana
Vieja … El miércoles fui a comer, de volada, con Cruz López de Rego, después de
mi conferencia y la de la Orchestra 2001; dimos con un bonito restaurante que
ofreció un menú, como decimos en México
o allá, una Combinación.
Excelente la comida, mejor aún la conversación. Yo quisiera ir con ella al ensayo de
sus canciones que se iban a presentar el viernes; en los hechos no fue posible
porque también quise ir a a los conciertos en Casa de las Américas.
El jueves impartí la clase
magistral como comento. Luego
respiré hondo y dije, ¡POR FIN! Mi chance de pasear. Dejé recado para Cruz en su hotel; no se encontraba. Fui caminando como me gusta hacer, viendo
cualquier cosa y sacando fotos de mi manera medio inepta; hasta que me doy
cuenta de que tengo un hambre feroz, y estoy buscando en dónde comer algo. De repente me encuentro frente al
restaurante donde comí con Cruz el día anterior y digo, Caramba, me rindo: aquí se come económico, rico, aquí me quedo. Entro … y ¿a quién veo? A la propia Cruz, allí sentada y con
aspecto de haber apenas pedido su comida.
¡Qué feliz casualidad!
Comimos tranquila y deliciosamente y luego llegamos al concierto en el
Teatro Lírico.
El interior del bellísimamente restaurado Palacio O'Farril ...
Y en frente, un abuelito durmitando sobre el balcón de la casa ...
Un cambio importantísimo:
Cuando estuve en La Habana en el 2002,
me asomé a un par de mercados
de verduras y frutas. Admito, no
los exploré detenidamente, sólo me asomé.
Lo que vi fue dos o tres camotes marchitados, quizás una zanahoria o
dis; y se acabó. Esta vez, en mis pequeñas
deambulaciones por La Habana Vieja, me fijé que en las calles hay gente que
vende verdura. No son calles de
ricachones ni de turistas: parecen viviendas de gente humilde. Sin embargo, ese miércoles y jueves
andaban –junto con los perros con sus sedosos pelajes—gente con carritos en que
traía a la venta unas lechugas verdes y jugosas, cebollas y zanahorias y
rábanos todavía con la tierra pegada.
No pregunté por los precios pero me imagino que, como se ofrecieron a la
venta allí, fue algo accesible.
Cuando estuve en Cuba hace 10 años
esto no fue permitido: verboten,
camarada, es iniciativa privada.
Para mí es un enorme avance que alguien ahora puede cosechar las
verduras de su hortaliza y venderlas.
Entre otras razones, es una dieta mil veces más saludable, redios. Sentí tanto la falta de verdura fresca
durante mis cinco días en La Habana que cuando regresé fui directamente a la
frutería y me compré un kilo de brócoli, caramba. Y esa noche me preparé una papa al horno con ensalada griega,
lo que es más. Lo malo de que te
dan los alimentos en el hotel, es que estás sujeto a los caprichos del chef en
cuestión; que en mi caso fueron de veras poco saludables ….
“Nuestra historia y nuestra visión
del futuro”. Durante mis
cinco días en La Habana esa idea vuelve una especie de leitmotif: que la restauración posibilitada por la aportación de la
UNESCO no es sólo una bonita cosa turística. Quizás eso fue la idea al inicio porque casi la única forma
que había para que Cuba ganara dinero después de la salida de la URSS fue el
turismo. Pero ha crecido más allá
que eso, me parece: ahora tiene que ver con la recuperación, para el propio
pueblo, de su historia. Y esto es
importantísimo, es medular. Altamente peligroso ignorar la historia, ya sea a
nivel personal o nacional. Entre
más se sepa, a mi ver, mejor. Para
cualquier pueblo, por doloroso que a veces sea, genera una sensación de
pertenencia y de empoderamiento.
El problema es que a los gobiernos eso no siempre les gusta, digo, la
parte del empoderamiento …
Veo a esas personas vendiendo la
verdura de –me parece- sus propias hortalizas o al menos de la hortaliza de
ALGUIEN, en las calles de la Habana Vieja, y no me parece una suerte de La Habana Disney, sino algo muy
saludable y parte auténtica de la vida como ahora es.
(En cambio, hay este artículo algo
desanimador del New York Times que me envió una amiga aquí después de que yo la
platiqué algo de mi experiencia en Cuba: http://www.nytimes.com/2012/12/09/world/americas/changes-to-agriculture-highlight-cubas-problems.html?ref=todayspaper
)
Como decía: artísticamente de
pelos, sociológicamente no tanto.
Los jóvenes compositores y ejecutantes que escuché me aseguran que la
formación musical en Cuba –al menos en La Habana—sigue a todo dar. Y sí, todo lo arriba escrito acerca de
la rehabilitación de la La Habana Vieja.
Pero los efectos de la persistente pobreza deja su mella tanto en los
humanos como en los inmuebles. Por no mencionar los efectos de la persistente rigidez ideológica -- y de todos, no solamente de los rabiosos en Miami. Entre más lo pienso, el fundamentalismo de cualquier índole
es algo muy dañino. Ojo con la rigidez, ojo con ser purista. Allí lo dejo.
En el transporte que me lleva de la
clase magistral –un camión enorme de esos turísticos, me siento apenada por lo
poco ecológico que es- me comenta la traductora que aquí estamos en una parte
no-turística de La Habana. Sí,
digo, lo veo. La basura, el nulo
respeto para la cultura, dice.
Pues sí, digo, en mi barrio en México tengo la misma batalla. Empezamos a hablar de --¡caramba!—cómo
concienzar a la gente, cómo educar a tu barrio, cómo educar, redios. Resulta que no es tan distinto en Centro Habana, Cuba que en Perros Muertos, Guanajuato, México.
Supongo que es una de las cosas
que me es dado ver, en mis andanzas: cuánto tenemos en común. Al final de cuentas me siento
agradecida. Cuánto tenemos en común,
cuánto podemos aprender unos de otros.
Y hablando de ese cariño entre Cuba y México ... no pude resistir. Fueron las últimas fotos que saqué, en la calle que me llevaba de La Habana Vieja a mi hotel:
la sorpresa final, y su milagrosa conclusión:
El hecho es que para ir a Cuba,
necesitas lana. Yo, como
independiente y sin ninguna afiliación institucional, no lo tenía: llegué sólo
porque el FONCA de México –bendito sea—me otorgó un apoyo para mi boleto. Llegué con los US$50 que cambié en el
aeropuerto de México y con unos 500 pesos mexicanos que saqué de mi cuenta
pensando en simplificar mi viaje de regreso; en los hechos apenas me bastaron
aún desayunando y cenando, si así se lo podría denominar, en el hotel.
Para colmo, resultó que mi tarjeta
de Banamex no funcionó en Cuba.
Creo que porque Citibank tiene acciones en el Banco Nacional de México,
o que ya pertenece a Citibank, o algo así, qué horror. De manera que cuando llegué al
aeropuerto a las 03:40h el viernes 30, descubrí que ¡tienes que pagar para
salir de esta isla! Sí, cobran un impuesto aeropuertuario de 25 CUC para
salir. A estas alturas no tenía ni
un quinto. Intentaron, una vez
más, la de Banamex, y nada. Jmmm,
dije … y fue en ese momento que se me ocurrió hablar al Consulado de México en
La Habana, buena idea pero a las 0430h no funciona, amén de que ni siquiera
tenía el número telefónico, jaja.
En eso el señor que tiene a su digno
cargo la ventanilla de recibir el susodicho impuesto me dice, Sólo una sugerenjia, señora … porqué uté no
bujca algún mexicano que le pueda prejtar ese dinero y al llegar a México uté
le rembolje ese dinero? Jmmm,
le digo, me parece buenérrima idea pero ¿cómo voy a dar con unos mexicanos
tales? Uté no se preocupe, me dice, váyallá
con mi compañero de documentajión y él le ayudará. Y así fue. Ni
bien me presento con el compañero de documentación (que ha de tener un olfato
sobrenatural) y me acompaña a unas señoras mexicanas que en ese momento
están en la ventanilla del nefasto impuesto. Resulta que son dos hermanas, de esa esencia mexicana,
intrépidas viajeras que es imposible abatir, bienhumoradas y alegres, con una
sabiduría y una dulzura que nunca olvidaré. Y sí, con todo gusto me prestan los $25 CUC (trescientos
cincuenta pesos mexicanos, amigos, pa’que sepan).
En ese último día, pese a todo lo
bueno que experimenté en el Festival, pese a todo lo bueno que vi en La Habana,
había empezado a extrañar terriblemente a México. ¿El fin del año, un año de mucho viajar y trabajar, fatiga
mental? … vayanse a saber. El hecho
es que fue uno de esos momentos asombrosos, increíbles, que reforzó mi fe en
México y mi querencia, como dice ¿quién fue? en Pedro Páramo, a ese país
que ahora es uno de mis dos países.
Digo, su valentía, sobre todo la valentía de sus mujeres; ese buen humor
y ese ingenio que seguramente fue parte medular de esas Adelitas que celebra Elena Poniatowska en Las soldaderas. No me parece en lo más mínimo extraña
la idea de que unas mujeres precisamente así podrían haber formado parte de
esas brigadas.
En fin. Nos hicimos amigas, yo y esas dos hermanas intrépidas de un
pueblo de Hidalgo cuyo nombre nunca se me pegó bien el Post-it. Cuando llegamos al DF les obsequié el
único disco que me quedaba -todos los demás los había regalado en el Festival-
un ejemplar de Amor de la danza.
Compartimos una combi del aeropuerto a la Central del Norte. Me dejaron con unas palabras de
amistad, de fe y de alegría. Ahora
somos amigas en FaceBook. Qué azares
de la vida, ¿verdad?
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